“Nuestra motivación para todo esto fue crear un lugar donde pudiéramos venir a beber y fumar”, dijo Luis Urrutia, otro primo propietario del hotel Punta Pájaros. Estaba bromeando, más o menos. Siendo un simple ambientalista, habló con el entusiasmo de un poeta-filósofo sobre la gran misión de la región. estabilidad, revitalización, creando una plantilla turística que está reñida con otras zonas de México. «¿Podemos desarrollarnos de una manera que tenga un impacto positivo en el medio ambiente?» Preguntó. «Esa es la intención detrás de todo aquí». Encontré el ambiente alentador. El atractivo de cualquier pueblo de surf radica en su proximidad a personas apasionadas por algo tan fugaz como atrapar una ola. Este equipo tenía la misma pasión por las vidas que estaban labrando aquí.
Llegué a Puerto con una falsa esperanza. remando en Zicatela antes de las tormentas. el verano hizo el viaje demasiado grande. Por desgracia, cuando me dirigí a la playa popular a la mañana siguiente, las olas rompían a más de 10 pies de altura, con la fuerza suficiente para sacudir la arena bajo mis pies. Pensé en otro momento. No pude evitar pensar que, por mucho que Puerto haya cambiado y donde quiera que vaya, al final será el océano el que lo protegerá de virar demasiado en dirección a Acapulco o Tulum. Los nómadas digitales pueden saciar mejor su sed en un lugar donde pueden nadar sin miedo.
Esa noche fui a cenar temprano a Kakurega, un lugar omakase bajo una imponente palapa que ha traído credibilidad gastronómica a Punta Pájaros. Los platos llegaron con espectacularidad informal, cada uno explicado en largos monólogos por Saúl Carranza, el chef tatuado del Hotel Escondido. Una ramita de brócoli animó el complejo mole; una tierna codorniz a la parrilla llegó besada de la parrilla. Me fui sintiéndome como si me hubieran dejado entrar en algo especial. Luego, a la luz del atardecer, decidí regresar a Roca Blanca, la playa que había visitado en mi primer día, después de ver lo que parecía una ola formándose en una cala rocosa. Salí remando, queriendo darme cuenta del momento con el que había estado soñando, estando solo en el agua.
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