Como prueba de la autenticidad de la aparición, la Virgen María le dijo al nativo que llevara al obispo las flores de un rosal que apareció milagrosamente en el cerro seco del Tepeyac.
Cuando San Juan Diego presentó flores al obispo, su tilma, el manto en que las portaba, llevaba la imagen de la Virgen de Guadalupe, y el obispo autorizó la construcción de la iglesia.
La imagen de la Virgen, repleta de símbolos que podían ser leídos por los indígenas mexicanos, contribuyó a la evangelización de México, facilitando millones de conversiones en los años siguientes.
La tilma de San Juan Diego con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no muestra signos de deterioro después de casi 500 años y se conserva en la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México.
En 1921, un funcionario del gobierno, en un preludio de la persecución generalizada de la Iglesia Católica, intentó destruir la imagen con dinamita escondida en el arreglo floral en el altar frente a la imagen. La explosión no dañó la imagen milagrosa de Nuestra Señora, y el vidrio que protegía la imagen ni siquiera se rompió, aunque el resto de la iglesia sufrió graves daños.
Esta historia fue reportada por primera vez por ACI Prensa, el socio de noticias en español de CNA. Fue traducido y adaptado por CNA.
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